sábado, 10 de enero de 2015

POR QUE ESCRIBO

Porque as ideas son coma un turbillón invadindo a miña cabeza. Coma bolboretas batendo as ás no cristal do tarro que as separa da liberdade ate que, por conseguir que vire a tapa e as solte, son capaces mesmo de espertarme en plena noite ameazando con marchar de non ser que as anote.

Porque as veces sinto que o mundo non me entende ou que tal vez a emisión dos meus sentimentos de forma verbal é insuficiente. Neses casos non dubido, abro o meu caderno e escribo. A miña man convertese en mestre de orquesta que, cun boli por batuta, dirixe os meus pensamentos  traducindo a letra escrita o pentagrama da triste melodía da miña alma.

Escribo por necesidade, porque o preciso, porque o meu interior se revolve e semella que vai estoupar se non o fago. Que máis ten se é unha reflexión, unha descripción, un pensamento, unha observación ou un diario. Escribo para voar ceibe, para percorrer os milleiros de paixases agochados na miña estrambótica imaxinación e revelarllos a ese papel, paciente e calado, sempre disposto a encher o seu espazo en branco.

Mais non soamente ás follas sufren o formigueo da miña pluma, sírvome de todo tipo de soporte. Escribo no ordenador,  no Facebook, no Twitter, no blog.  En cadernos, tiquets da compra, tapas de caixas de cartón, ás veces incluso no propio taboleiro da miña mesa. Que máis da ónde, as palabras  emerxen fluídas, sen forzalas, veñen a mi para ser rescatadas. Non importa se ao escribilas abro a caixa de pandora, ou se os meus ollos énchense de bágoas, tanto ten se se ruborizan as miñas meixelas ou se solto a máis sonora das gargalladas. 

Escribo sen límites, sen apuros, sen puntos finais, todo canto queira contar podo facelo sen que nin o reloxo nin o resto da xente me pare. Escribo porque hay moito de min ou nada nas miñas verbas, porque a realidade se disfraza e toma outros nomes, outras formas e cores. Porque cando escribo non levo a mordaza na boca. O que calo no día a día, o que admiro ou lamento, o que celebro, o que choro, o que sinto, soamente ten cabida nos meus textos.




LA PIEDRA



Hoy me volví a encontrar con ella. A pesar de que ya habían pasado muchos años, tenía el mismo aspecto que la primera vez que la vi. La piedra más grande del mundo, tan grande que más que piedra podría llamarse losa o incluso menhir.

La primera vez que me crucé con ella tenía tan solo 13 años y no caminaba, corría a toda velocidad para llegar lo antes posible hasta mi meta. Me sentía feliz siendo libre en un mundo que estaba deseando conocer ya desde muy pequeña. 

En una de esas innumerables carreras apareció de pronto en mitad del camino esa piedra y me abrí la cabeza al chocar con ella. Me hice una herida tan grande que nunca terminó de curarse y cuando parecía que conseguía cerrar la brecha, volvía a brotar de ella sangre roja y caliente que resbalaba por mi frente y manchaba mi ropa. Y esas manchas no se iban tras varios lavados, seguían ahí, aunque al final solo yo pudiese distinguir el sitio donde estaban. Lo mismo pasó con mi cicatriz, que todavía llevo marcada en la frente.

Intenté olvidar ese incidente y seguir corriendo a toda velocidad, pero ya no podía. 
Al principio no entendía porqué no era capaz. Siempre había sido veloz como una liebre, como los rayos que entran por las ventanas en una noche de tormenta que a penas unos segundos los puedes ver. Ágil, rauda, imparable!. Y tras esto... alguien me dijo que no me había matado pero que mi pierna había quedado tocada en aquel incidente y tendrían que amputarmela. ¿Cómo era posible que una persona como yo fuera a quedar sin una pierna? ¿Ya no podría correr? ¿Cómo era posible? ¿Y como iba a asimilar que ya no podría ser libre ir a toda velocidad? ¿Cómo? 

Pues muy fácil, directamente y sin pensarlo dos veces, lo primero que hice fue negar el problema, mi pierna fallaba pero yo podía andar solita perfectamente. No hice caso de nadie, no quise hacer uso de muletas, no quise rehabilitación, no quise dejar de correr, me repetí a mi misma "yo no estoy coja, no tengo ningún problema, ¡que vaya todo el mundo al oculista porque se equivocan !" Todo el mundo tenía la culpa menos yo, que quería correr libre y no aceptaba razones. Pero cuando me lanzaba a la carrera otra vez me volvía a caer. Y entonces me hacía heridas aún mas grandes y más dolorosas. Ahora no tenía una cicatriz que no cerraba, tenía miles. 

Tras muchos años, no me quedó otra que aceptar mi realidad, asumir que era cierto, que tenía que cortarme una pierna porque fallaba y no me dejaba seguir. Me hicieron otra falsa a medida y me dijeron, "tal vez no puedas volver a correr, pero vas a poder andar casi al trote y tal vez pasen un par de años y puedas correr no tan rápido pero sí como los demás, aunque sea con esa pierna de mentira". Con esa ilusión me fui adaptando, haciendo uso de mis muletas, aprendiendo a caminar otra vez en una clínica. Empecé dando pequeño paseos, luego fui ampliando la distancia. Al cabo de unos años ya hacía grandes rutas de muchos kilómetros y hasta subí a la cima de algunas montañas bastante altas que despertaron mi motivación por la escalada. 

Después de mucho tiempo subiendo pequeños picos, descubrí un un sendero frondoso, lleno de flores y de mariposas de mil colores que volaban  traviesas ante mis ojos y que les daba igual si me faltaba una pierna o no, volaban a mi lado todo el tiempo... Con su compañía me confié  y me adentré en ese hermoso sendero, a pesar de que sabía que tras él empezaba la subida a la montaña más alta que mi pierna y yo habíamos pisado en nuestra corta vida juntas. 

La cuesta se hizo dura, pesada, tuve que parar muchas veces por el camino a revisar algunos ejercicios que me habían enseñado en rehabilitación para poder seguir caminando, hubo momentos en los que pensé que no aguantaba y hubo momentos en que me rendí y las mariposillas con sus colorines revoloteando a mi alrededor me animaron a seguir, de tanto esfuerzo se abrieron algunas de mis cicatrices, pero aun así yo seguí escalando hasta la cima. 

Y aquí sigo. Y ahora que estoy llegando aparece otra vez esta puñetera piedra. Desafiante, imponente, descomunal, como un juez dictando mi sentencia y mi condena, recordándome que con una pierna falsa no puedo saltar piedras, como mucho rodearlas, que da igual que la esconda, que la pinte y decore con pétalos, enredaderas o cualquier cosa bonita que se me ocurra. No sirve de nada que me haga creer a mi misma que es más pequeña, esa piedra está hoy ahí y ahí va a seguir mañana.  Tanto si me gusta como si no.  Me va a acompañar toda la vida, como el grillete en el tobillo de un preso. Y, si quiero avanzar, voy a tener que esforzarme el doble que el resto, voy a tener que soportar que algunos se rían de mi, o me pongan la zancadilla porque es más fácil meterse conmigo ya que no soy como el resto. Y pobre de mi seguir caminando con esa chulería y esa elegancia intentando tapar mi defecto o luciendo otras virtudes que gané en contra partida a mi condición de coja, porque entonces me espera la incomprensión, me espera la duda, me espera el mismísimo infierno. 

Da igual lo que haga, da igual que sueñe con ver la tierra desde el cielo y me desviva por ello. Mi piedra va a seguir ahí conmigo. ¿Pero sabéis que? Que aunque ya no niego que cargo con la piedra más grande del mundo y aunque a veces ya no sé si algunas cosas me pasan por indefensión aprendida o por profecía autocumplida, no me importa. Jamás voy a desistir, seguiré intentando saltar esa piedra hasta el día que en que me muera y si no puedo, pues seguiré cargando con ella, porque a pesar de todo, he descubierto que ha tenido sus ventajas. He desarrollado una capacidad ilimitada de resiliencia y una fuerza de voluntad que no conoce fronteras, pongo empeño, pasión y constancia en todo cuanto hago. Aunque soy coja y a veces la gente solo se fija en que me falta esa pierna, bien para hacer de mi su buena acción del día, bien para ponerme la zancadilla, o haya quien se niegue  a caminar a mi lado aunque sea más despacio o que me ofrezcan apoyo y luego a la hora de la verdad hagan justo lo contrario, no pasa nada, no me importa, yo seguiré aquí, con mis cuatro mariposillas intentando alcanzar la linea del horizonte. No me voy a detener, no voy a parar. Porque la vida no está para lamentarse ni para escapar, no está para esperar a que sucedan las cosas, no está para que te ayuden a llevarla ni para que otros la vivan por ti, y mucho menos está para que pase por nosotros como si nada. La vida está para vivirla, para disfrutarla desde el principio hasta el final. Aunque te falte una pierna, un brazo o aunque cargues con la piedra más grande del mundo. 

No vale rendirse, hay que insistir, resistir y nunca desistir. Porque ninguno de nosotros tiene siete vidas y aunque haya cosas que no podamos cambiar, siempre hay cosas que podemos mejorar. Siempre hay algo que esté en nuestras manos, siempre hay una oportunidad que nosotros mismos podamos encontrar y aprovechar, siempre hay un camino que tomar, siempre hay un destino que podamos forjar, siempre hay un sueño que podamos hacer realidad.





Por mi y por todos mis compañeros.