Las lágrimas diluyen los colores de una foto que significaba todo y que ahora no es más que eso, un momento envasado al vacío. Retales de una memoria empañada y arrojada al olvido, al agujero de las cosas perdidas.
Siento que me han arrancado el corazón, unas manos cuyo dueño se esconde en las tinieblas de un abismo que no puedo ver, o del que jamás quise ser consciente. ¿Son tus manos o las mías? Quien sabe. La confianza es un ciego que camina sin bastón ni perro guía, movido por su corazón sin pensar que tal vez su propia interpretación del camino lo conduzca a la deriva.
Observo maniatada como la noche sumerge en oscuridad nuestro cielo sin estrellas, todo un universo reducido a cenizas. Los recuerdos uno a uno se apagan y nada queda ya de nosotros, ni si quiera un papel arrugado en el fondo de un cajón en la mesilla. No hay la más mínima esperanza.
Y puede que el silencio sea más elocuente que las palabras, pero el dolor habla por sí solo y suplica "No te vayas" mientras recoge los pedazos de mi alma rota y desolada por esta historia que se termina.