Norte.
Siempre al frente.
Siempre recto hasta un horizonte que nunca llega. Atrás dejaste tantas puertas abiertas, tantos momentos que se perdieron en las tinieblas. Pero nunca te quitaste el corsé.
¿Para qué?
En la seguridad de estos renglones no puedes ser tu, pero al menos no te llueven hostias desde todas las direcciones.
Así que sí.
Encorsetada y caminando siempre al Norte. Siempre al frente. Con la mirada absorta en su luz resplandeciente. Evitando abismos, acantilados y cataclismos, sin dar ni un solo paso en falso, sin alterar el rumbo ni el sentido y con la brújula atornillada al brazo por si la pierdes.
Pero entonces sucede.
La vida da un giro.
Sin razón, sin motivo.
Y El norte ya no está al frente.
Está en alguna otra parte
PERDIDO CONTIGO.