viernes, 6 de marzo de 2015

LA SENTENCIA DE WATSON. (Traducción al español. Texto original en gallego.)



Watson, cabizbajo y triste, recogió sus pertenencias. Cincuenta años de trabajo en el laboratorio resumidos en una caja de cartón y una carta de despido. Psicólogo de profesión, conductista por vocación, pensaba que los seres humanos eran agentes pasivos ante el ambiente, que reaccionaban únicamente ante estímulos externos. No había sitio para las emociones sin ser causadas por algo de fuera. Hasta que Rosalie apareció.

Lista, esbelta y rubia. La más hermosa de la primera fila hacía temblar a Watson, que no era capaz de continuar su clase magistral cada vez que le dedicaba una mirada sostenida. Su cara palidecía tomando el color de la luna, el corazón batía en el pecho como tambores de guerreros, helado sudor corría por su frente arrugada y, luego, huía. Como quien ve un fantasma. Sin explicaciones, sin excusas, sin mirar atrás.

Un buen día, el pobre Watson no pudo más. Sin pensar en la sentencia, sin contar con las consecuencias, decidió declarar su amor a su musa, a su diva, la protagonista de la tragicomedia de triste y fatal final para Watson.
Tardó horas en escribir estas dos líneas que dejó en una nota encima de la mesa de la primera fila "Todas y cada una de mis células, de forma individual y colectiva pertenecen a ti, princesa,"



Paula Xirasola