Don Sebastián de Morra.
Ya están aquí las risas de otro grupo. Menuda suerte la mía nacer para tener un trabajo tan poco valorado. Estoy harto. No tendrán mejor forma de gastar el dinero que venir a la planta principal para ver estas piernas mal formadas y estos muñones que tengo en lugar de manos.
Y venga a reír y más reír. Ninguno de ellos sabe que era o esto o arder en la hoguera de la Plaza Mayor. Ahora, después de tantos años, pienso que tal vez fuese mejor lo segundo que lo primero y que la Santa Inquisición me hubiera hecho un gran favor si acabase con esta vida miserable que tengo que soportar por haber nacido siendo diferente al resto. Bufón del rey, carne de cañón para el intrépido artista, sin dignidad alguna que me fuese concedida.
Pero el que ríe último ríe mejor. Mi cabeza pequeña y deforme tuvo siglos enteros para trazar un perfecto plan de venganza y con mi reducido tamaño demostraré cuan cierto es el dicho de que los mejores perfumes vienen en frascos pequeños y también el veneno más letal.
Así que pasen y vean señores. Disfruten, diviértanse, gocen. Sin vergüenza, sin compasión ni conciencia observen la última función. No se pierdan ni el más mínimo detalle porque hoy cuando cierren las puertas se acabarán las risas y las burlas a mi costa. Será el fin de este grotesto espectáculo.
Será el final de mi vida encasillado y condenado en este marco. Con estos bigotes que llevo años afilando rasgaré todos estos cuadros y mañana vamos a ver si se acuerdan de Velázquez o de don Sebastián de Morra el enano.
Será el final de mi vida encasillado y condenado en este marco. Con estos bigotes que llevo años afilando rasgaré todos estos cuadros y mañana vamos a ver si se acuerdan de Velázquez o de don Sebastián de Morra el enano.
Paula Xirasola