Observó su cuerpo preguntándose si la sangre seguía corriendo por sus venas. Porque bajo todas aquellas capas de piel, músculos y huesos no ni había rastro de quién había sido hasta ayer.
La alegría se había marchado hace tiempo enfadada, dándole un
portazo en la cara. Sin dejar bien claro si aquello era un adiós o, simplemente, un hasta luego. No tardaron en
seguir el ejemplo sus metas y sueños que, sin previo aviso, también se fueron.
Ni siquiera el rencor o la ira quisieron quedarse con ella, a
pesar de que sobraban los motivos. Todo había desaparecido.
No quedaba nada. Salvo aquel sentimiento de absoluto e
inquebrantable vacío que por compasión le había concedido su vida en pausa.
Paula Xirasola
(Desde el lado que da sombra al mundo. Parte 6
(Desde el lado que da sombra al mundo. Parte 6