Desde el principio habían estado ahí. Insignificantes, frágiles, y diminutas. No representaban más que una pequeña elevación abultada en su espalda.
A la par que crecía, esas extensiones de su cuerpo también lo hacían. Primero se desarrollaron los cartílagos, luego las cobertoras y tras ellas fueron apareciendo plumas de colores abstractos e indefinidos que emanaban un resplandor especial, un auténtico brillo propio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario