No fueron los nombres sino los actos, las palabras que durante
años la habían acuchillado de frente y de espalda. Las mentiras, los
prejuicios, los desprecios. Todos juntos, y cada uno de ellos de forma aislada contribuyeron.
Ni siquiera le otorgaron el derecho a una muerte digna y rápida.
Al contrario. La dejaron morir lentamente. Observando cómo se arrastraba, cómo
trataba una y otra vez de levantarse en vano, dejándole clara su
insignificancia. Ella no era nadie ni nada.
Y una vez muerta tampoco se lamentaron. No hubo ni un ápice de
culpa que revolviera su conciencia.
Porque no en muchas ocasiones los agujeros negros logran absorber
a las estrellas y borrar por completo su luz del firmamento.
Paula Xirasola
(Desde el lado que da sombra al mundo. Parte 1)
No te mueras. Tienes un futuro brillante por muchos agujeros negros que quieran tragarte brillas con luz propia niña.
ResponderEliminar¿Te he dicho ya que escribes genial? Recuerdas a Paolo Coelo o a Marquez. Eres grande Paulita.
ResponderEliminarXavi.L
NO Un relato duro, bien escrito. Cómo tu bien dices "soy un roble"
ResponderEliminarNO TE PIERDAS
Parabéns.Biquiño